Rafael Sambola Sambola Economista, profesor y Director del Master en Dirección Financiera de EADA.
La crisis que ha afectado a Europa y en especial a España, está adquiriendo una gran relevancia por su intensidad y por ser la primera que nos afecta dentro de la moneda única europea.
Aunque todos los paneles de previsiones de la economía española auguren, de forma unánime, un nuevo retroceso de nuestro PIB durante este año 2013, todo hace intuir que, en el 2014, se iniciará una leve recuperación, aunque insuficiente para disminuir de forma aceptable las elevadas tasas de paro. Habrán sido cinco años de crisis económica unida, casi de forma habitual a nuestra vida cotidiana, pero con un coste social de elevadas proporciones.
Si bien son diversas las variables que han intervenido en este deterioro, merece la pena destacar por su relevancia el impacto que ha tenido del déficit exterior en el aumento, la deuda neta, proveniente del ahorro de inversores internacionales.
Ciertamente España siempre ha sido un país que se ha caracterizado por su excesivo déficit exterior (especialmente relevante en la década de los 80’ y 90’). Para contrarrestar estos excesos sólo bastaba con ajustar el valor nominal de la peseta frente a otras monedas extranjeras mediante las correspondientes devaluaciones.
En 1999 con la entrada del euro y la fijación de la paridad de las diferentes monedas, hubo un cambio significativo en nuestra economía: la aparición de inversores extranjeros aprovechando la libre circulación de capital, cuyos ahorros se mostraban ahora más seguros ante la imposibilidad de devaluar la moneda tal como había sucedido en épocas anteriores. Era evidente, por tanto, que la única herramienta para cubrir posibles déficits exteriores y garantizar que esto no sucediera, era una política fiscal rigurosa de ajustes de costes y de precios que hiciera la economía nacional mucho más competitiva.
Sin embargo, con el paso del tiempo el déficit exterior continuó aumentando de forma continua debido a que la balanza comercial arrojaba elevados déficits como consecuencia de la relajación de nuestras exportaciones y por el elevado consumo de productos de importación. En conjunto, supuso un aumento considerable de la financiación mediante un elevado endeudamiento de las familias y de las empresas no financieras. Aunque eran las entidades de crédito locales quienes la suministraban, una parte importante de la financiación provenía del ahorro exterior. Todo ello con un entorno económico poco volátil y en donde los mercados financieros asumían todo este proceso de forma sosegada.
Con la aparición de la crisis subprime en el año 2007-08 los mercados financieros empezaron a intuir que el déficit exterior en España era excesivo y su apalancamiento muy difícil de asumir con el escaso crecimiento que tenía el País. Esto produjo una gran reacción de estos mercados con el consiguiente incremento de la prima de riesgo.
En estos momentos España acumula desde el año 2005 un déficit exterior de aproximadamente 490 mil millones de euros (Balanza por cuenta corriente + cuenta de capital), lo que equivale a un aumento de nuestra deuda exterior en esta cantidad, puesto que el flujo neto de capital representado por los cobros y pagos exteriores es negativo.
La pregunta que nos deberíamos plantear es si esta evolución del déficit exterior y por tanto el consiguiente incremento del endeudamiento es sostenible en el tiempo.
La deuda se considera sostenible si la capacidad anual de generar recursos es superior al principal repartido en el tiempo. Mientras que en una empresa el indicador que lo determina es el Cash Flow, en un país viene determinado por su capacidad de crear riqueza mediante su PIB.
Esta semana el INE publicaba los últimos datos referentes al PIB del 2012. Los adjunto a continuación para que ustedes puedan sacar sus propias conclusiones.
Lo peor no es la propia crisis que estamos viviendo, sino el no querer conocer las “causas” que la engendraron y la alimentan.
Por: Rafael Sambola