Carme Gil es profesora del Departamento de Dirección de Personas, directora del programa Desarrollo Directivo PDD y coordinadora del servicio de Coaching de EADA
Tal como exponíamos en el anterior artículo, valores como la honestidad, la transparencia o el rigor son imprescindibles para fomentar prácticas directivas desde la ética. A continuación, vamos a seguir analizando la relevancia de los valores humanos tanto desde un punto de vista personal como empresarial.
¿Para qué nos sirven?
Los valores son una especie de guía que nos ayuda a elegir el camino adecuado, acorde a unos determinados comportamientos que nos determinan si nuestra actuación es acertada o no. Además, conforman nuestra identidad y esencia como seres humanos, nos hacen ser congruentes, consecuentes con nuestros ideales y nuestras emociones.
Un liderazgo basado en valores implica influir con una clara vocación de servir, con la capacidad de involucrar al conjunto de colectividades de nuestro entorno laboral, siendo capaces de construir entre todos un nuevo orden de comportamientos orientados a prácticas más honestas, más éticas, con mayor rigor, acotando los límites que ese poder jerárquico le confiere al dirigente.
Un liderazgo basado en valores nos ha de permitir unir nuestro propósito personal a los valores organizativos siendo el líder un catalizador de los mismos. Éste debe establecer una corriente continua de los valores y comunicarlos con la mayor claridad contribuyendo a que el conjunto de colaboradores desempeñen con rigor su tarea, con mayor compromiso y ayuden a fomentar un clima de colaboración y cooperación frente a la competitividad, entendida como la manera de alcanzar una meta, un resultado sin tener en cuenta cómo conseguirlo.
Es necesario un Desarrollo Directivo que promueva valores como la honestidad, el respeto, la sostenibilidad o el rigor para que los actuales y futuros líderes incorporen una mirada distinta en el desarrollo organizativo. El compromiso con estos valores permitirá generar opiniones, provocar cambios y partir de modelos mentales más flexibles, más cooperativos, respetuosos con los comportamientos más plurales y con mayor conciencia de los efectos que generamos en los demás.
Este es el camino que siguieron en su día líderes de la relevancia de Gandhi, Martin Luther King y Mandela, cuya elevada vocación de servicio y entrega por unos ideales y valores es incuestionable. Todos ellos son un buen ejemplo de los valores que un líder debe inspirar en sus colaboradores y poner en práctica, que podríamos resumir en los siguientes:
- Transparencia en nuestra actuación como líderes
- Valores compartidos y coherencia entre ellos
- Honestidad en nuestro ejercicio profesional
- Impacto de nuestra comunicación
- Fomentar el respeto
- Crear espacios para la innovación