Sesiones de gimnasio en casa, reuniones virtuales, clases a distancia o paseos por la azotea -aquel que tiene ese lujo- son sólo alguno de los muchos ejemplos que nos acompañan en estos días. Todos estos comportamientos son “obligados” por el confinamiento pero ¿tendrán algún tipo de impacto en el consumo una vez regresemos a la normalidad?
Si bien estos y muchos otros comportamientos vienen forzados por esta pandemia global del Covid-19, les invito a tratar de observarlos con unas lentes particulares, las de la innovación disruptiva. Es interesante ver como quizá se esté acelerando algo que hace años las empresas innovadoras llevan introduciendo en nuestras vidas.
En innovación tratamos de insistir que hacerlo mejor que los demás es una visión muy reducida de lo que innovar puede llegar a significar. Si tiramos de hemeroteca de innovación empresarial podemos llegar a encontrar infinidad de ejemplos que empezaron ofreciendo algo peor, en ocasiones mucho peor, y llegaron -con el paso del tiempo- a transformar sus respectivas industrias. Y es que la innovación disruptiva, que introdujo con tanto éxito el recientemente fallecido Clayton Christensen, se produce de dos maneras: innovación en “segmento bajo” e innovación de “nuevo mercado”.
Veamos a continuación ejemplos de innovación de segmento bajo. En momentos de máxima conectividad virtual quizá nadie recuerde que fue en abril del 2003 cuando Skype ofreció aquellas primeras videollamadas. Coincidirán conmigo que aquellas primeras llamadas eran terribles, se cortaban constantemente y tenían un sonido realmente deficiente.
Pero también es cierto que esta herramienta ofrecía una alternativa sumamente valorada por los consumidores -era gratuita- lo que permitió a Skype seguir contando con su confianza o, mejor, esperanza. Lo que empezó siendo “not good” se transformó en “good enough” y transformó una industria tan gigante como la de las telecomunicaciones eliminando los elevados cargos a los que estábamos obligados. Y es que esta fórmula de innovación de segmento bajo se basa precisamente en eso, en ofrecer algo que es “good enough” o, sencillamente, bueno.
A este ejemplo le podríamos sumar muchísimos otros de empresas de diferentes sectores como Ryanair, Zara o Spotify que fueron capaces de transformar cada uno de sus sectores gracias a sus propuestas “good enough”.
En estos difíciles momentos hay otros ejemplos mucho más relevantes que nos muestran como las propuestas “good enough” son más necesarias que nunca. Una de éstas es el proyecto respaldado por el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona junto con la empresa HP, la tecnológica Leitat, a través del Consorcio Sanitario de Terrassa y el Hospital Parc Taulí de Sabadell, que han desarrollado conjuntamente el primer respirador de campaña industrializado para dar apoyo a los hospitales y las UCIs en la crisis provocada por la epidemia del coronavirus. Seguro que si comparamos este respirador con los preexistentes, tal vez sean inferiores en prácticamente todas sus características; pero si, por el contrario, se pone en valor el problema que resuelven y la velocidad en la que pueden producirse, resultan más que suficientes. Son “good enough”.
Si unimos a la tendencia global low-cost pre COVID-19, el acelerado aprendizaje de vivir con menos y el marco de la recesión económica mundial en la que nos tocará vivir un tiempo prolongado, ¿no deberíamos ya estar pensando en cómo podemos ofrecer alternativas “good enough” en todos nuestros sectores y rubros que ayuden a que este consumidor -más sensible y acostumbrado a vivir con menos- siga confiando en nosotros?
Tal vez ha llegado el momento de dejar de pensar en hacerlo mejor que los demás y llegar sólo a esos que se lo puedan permitir, y pasar a ofrecer alternativas que cumplan lo que un mayor número de personas necesita. Pero cuidado, el mundo está repleto de productos fracasados que malinterpretaron el concepto “good enough” pensando que se trataba sólo de ofrecer algo más barato. De lo que aquí estamos hablando es de hacer algo bueno y además accesible.
Post escrito por Jordi Díaz, director de Programas y Relaciones Internacionales de EADA.