El coronavirus ha generado otro virus: el de los bulos o las fake news. Las cifras inexactas sobre la expansión de la pandemia o las imágenes recurrentes de las colas en un supermercado que no eran de nuestro país son sólo algunos ejemplos. La proliferación de noticias falsas en la actual coyuntura es tan interesante como explicar por qué nos las creemos.
Antes de analizar el auge de estas fake news conviene reflexionar acerca de la situación actual derivada de la Covid-19. Hablamos de una pandemia que tiene un impacto global (se ha expandido ya en 180 países), que ha generado una gran conmoción colectiva, con una alta sensibilidad emocional (un elevado número de muertes y contagiados que, además, ha conllevado la pérdida de trabajo para muchas personas) y con incertidumbre y difícil predictibilidad de su evolución.
Estos factores abonan el terreno para que, desde la facilidad de producir contenidos desde las redes sociales, “cualquiera” se pueda convertir en un “productor” de fake news. La pregunta es: ¿Qué factores son los que determinan que unos bulos sean más creíbles que otros? Para encontrar la respuesta adecuada debemos recurrir, una vez más, a la economía conductual (behavioral economics):
-Aversión a la ambigüedad: La condición humana tiene aversión a la incertidumbre, y este es un momento con una alta dosis de incertidumbre que genera una ansiedad que debe de ser disipada con información, aunque ni siquiera sepamos si es cierta o no. Las fake news dan una respuesta concreta a algo ambiguo y abstracto.
-Asimetría del poder: Hoy más que nunca, cualquiera tiene el “poder” para decidir, crear, transmitir y consumir contenidos.
-Democratización del poder de transmisión: Cualquier grupo de WhatsApp tiene el poder de “infoxicarse” simplemente haciendo de cadena transmisora de la información que dispone cada uno de sus miembros. Esta viralización de contenidos de forma indiscriminada y masificada genera inevitablemente un volumen de contenidos efímeros que son fake news.
-Ambivalencia emocional: Estamos en un momento de gran impacto emocional. Médicos exhaustos, actos diversos de generosidad y altruismo, la tristeza de provoca una muerte en soledad y aislamiento, cifra elevada de fallecidos, la angustia que provoca el confinamiento, la tensión económica, la ansiedad, la posible depresión…. Una situación de desborde emocional produce reacciones emocionales, mensajes desde la emoción más que desde la certeza y la veracidad. Las emociones pueden ser la causa de credibilidad o de identificación con un mensaje empático con la propia situación personal. Se conjugan mensajes de esperanza y positivismo con otros de fatalidad y desespero.
-Predicción afectiva del futuro: Este sesgo cognitivo nuevamente se moviliza a la hora de elaborar y predecir escenarios futuros en base a elementos o estados presentes que no son explicativos realmente de lo que sucederá. En base a esto cualquier persona puede “sentir” cómo serán los próximos acontecimientos postcoronavirus pero sin ninguna base ni certeza.
-Sesgo endogrupal: Tendencia a desarrollar contenidos afines con el grupo de referencia. Se buscará o se producirá información alineada con las personas del colectivo al que se pertenece y se tiende a dar más credibilidad a la información que provenga de éste por afinidad.
-El anclaje o tendencia a creer la primera información disponible: Las fake news tienen más posibilidades de ser creídas cuando hay ausencia de información sobre un tema.
Si las fake news son noticias falsas y los sesgos cognitivos son ilusiones sistemáticas de la verdad, posiblemente haya una razón más poderosa que el desconocimiento para explicar su credibilidad: el autoengaño como vacuna en tiempos de coronavirus.
Post escrito por Martín Vivancos, director del Master en Dirección de Marketing y Comercial de EADA.
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