La evolución de la Covid-19 es el reflejo más claro de lo que es un entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). Nunca como ahora hemos tenido acceso a tanta información y, al mismo tiempo, hemos estado expuestos a tantas fake news y a una infoxicación, en buena parte, producida por un uso trivial de las redes sociales.
Pero, a pesar de ello, contamos con datos fiables que constatan que algo está cambiando a raíz de esta pandemia. Por ejemplo, un estudio de YouGov presentado por ReasonWhy constata que el 86% de los consumidores han cambiado sus hábitos de consumo en las últimas semanas. Así, pues, hablaríamos de un virus que no discrimina ni por ideología, género, territorio, religión, nivel cultural ni poder económico.
Otro dato interesante: el confinamiento de la población ha provocado que bajen los índices de contaminación de las ciudades, aunque sólo sea de forma temporal. Por ejemplo, las concentraciones de dióxido de nitrógeno en el este y centro de China son entre un 10 y un 30% más bajas, según analistas de la NASA, en comparación con el midsmo período entre 2005 y 2019. Quizás también sea coincidencia que el inicio de esta pandemia tenga su origen en el país más contaminante del mundo, al generar 9.000 millones de toneladas de C02 de los 33.000 millones que se generaron en todo el mundo en 2018. Sin duda, es una enfermedad global que nos ha obligado a cambiar nuestra forma de vida, nuestros hábitos, nuestra forma de trabajar.
Pero, además, esta crisis nos ha obligado a cambiar nuestra forma de vida, nuestros hábitos, nuestra forma de trabajar. Prueba de ello es que, debido al confinamiento, podemos invertir el tiempo en actividades que, quizás hasta ahora, no eran prioritarias. Es decir, esta pandemia nos obliga a reordenar nuestro tiempo. Por ejemplo, ahora compartimos todas las horas con la familia. Aunque sea por unos días, ya no delegamos en otros la educación de nuestros hijos, tenemos la responsabilidad de aprender con ellos, jugar y compartir muchos más momentos juntos.
Y qué decir de las relaciones virtuales que tenemos a diario con amigos y familiares. Esta comunicación a distancia nos invita a valorar la ausencia de contacto con las personas que queremos y apreciamos. Quizás ahora echemos de menos el vernos y el poder de un abrazo.
Sin duda, estas semanas son una oportunidad para desacelerar el ritmo de vida, para encontrarnos y volvernos a encontrar, con tiempo para ordenar nuestra casa y nuestra vida. Es un buen momento para pensar en el bien común, para cuidarnos y cuidar los unos de los otros, un nuevo y mayor espacio para la solidaridad y para anestesiar un egoísmo desmesurado. Una generosidad colectiva que encontrará su recompensa en darse cuenta que lo mejor para cada uno es lo mejor para todos. Un virus cuya vacuna se llama solidaridad. Esta pandemia nos trae tiempo para conectar razón y corazón, lógica y sentimiento, reflexión y valores…. Nuevos valores y/o valores olvidados.
El coronavirus es algo que nunca tendría que haber sucedido, pero quizás nosotros como especie humana, nunca tendríamos que haber llegado hasta aquí. Sin embargo, también hace emerger nuestra mejor versión con comportamientos ejemplares como los del personal sanitario que, con una dedicación extraordinaria y poniendo en riesgo su propia salud, son una auténtica referencia para todos.
Espero y deseo que se encuentre una vacuna lo antes posible y que, antes o después de ello, sepamos aprender de lo sucedido.
Post escrito por Martín Vivancos, director del Master en Dirección de Marketing y Comercial de EADA.
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