Desarrollo económico: Principales consecuencias
A partir de los setenta se empieza a cuestionar el crecimiento excesivo y descontrolado. Sin embargo, 40 años después seguimos enredados en el mismo dilema: nos es fácil medir la producción de un valor positivo multiplicando el número de unidades vendidas por su precio en el mercado, pero nos cuesta calcular el valor negativo generado por esta producción.
¿A qué se debe esta cultura del desarrollo a ultranza, esta focalización sobre la producción de bienes y servicios y esta ceguera sobre los efectos colaterales, sobre la degradación de la naturaleza y la reducción de recursos finitos? En este artículo vamos a analizar el impacto que tiene este crecimiento desmedido en el medio ambiente, en la cultura y en la aparición de una economía informal.
Crecimiento e impacto medioambiental
La explosión del comercio internacional ha permitido a los países desarrollados explotar las áreas biológicamente productivas de los países en vías de desarrollo para dar respuesta a sus necesidades. El llamado dumping medioambiental hace referencia al hecho de que los países en vías de desarrollo venden sus productos a un precio que no incluye ningún tipo de compensación por la degradación y el agotamiento de sus recursos medioambientales .
El precio de los productos tropicales cultivados en un sistema de explotación intensiva no incluye la erosión y la disminución de la calidad de los suelos. El precio de los minerales extraídos en países latinoamericanos y africanos no incluye el impacto en la calidad de los acuíferos y su previsible agotamiento en las cuencas mineras explotadas por las grandes multinacionales.
Los países en vías de desarrollo venden sus productos a un precio que no incluye ningún tipo de compensación por la degradación y el agotamiento de sus recursos medioambientales
Cuando comparamos la capacidad biológica de un país –relación entre la oferta bioproductiva disponible en una zona ( tierras cultivables, pastos, bosques, ríos, mares) y la cantidad de área bioproductiva que una población necesita para producir de una manera sostenible los recursos renovables que consume y absorber los residuos que produce– vemos que los países desarrollados son deficitarios porque la superficie de que disponen es inferior a la superficie que necesitan. A pesar de ello, son capaces de preservar su biocapacidad exportando los costes ecológicos que genera su consumo a los países en vías de desarrollo que se ven abocados a asumir el coste de la degradación de su entorno.
¿ Cómo vamos a gestionar este dilema para que no disminuyan las opciones de desarrollo de los países más desfavorecidos al mismo tiempo que nos tomamos en serio los efectos del cambio climático? Las conclusiones del documento aprobado en la 20ª Cumbre del Clima de Naciones Unidas en Lima, en diciembre de 2014, no pueden ser más decepcionantes. Este informe es una nueva declaración de intenciones sin compromisos vinculantes. El “fondo verde”, mecanismo financiero diseñado para impulsar las energías renovables, se ha dotado con 10.000 millones de dólares en lugar de los 100.000 inicialmente previstos. Toda una carta de presentación para las nuevas generaciones.
Crecimiento y cultura
Otra patología del crecimiento de los países es su relación con su cultura. Si las diferentes culturas se caracterizan por tener un marco de valores diferentes y estos valores generan comportamientos diferentes que los orientan en mayor o menor medida hacia el desarrollo económico, entonces, ¿los países con una mayor orientación hacia el desarrollo económico deberían estar mejor equipados para crecer?
La idea de que las diferencias culturales explican las variaciones en el crecimiento económico no son recientes. Max Weber ya las analizó al comparar las culturas de los países protestantes y católicos con sus ya conocidas conclusiones. Hoy en día, los seguidores de la teoría de que la cultura es el motor del cambio se encuentran con dificultades para definirla ante la amplitud del concepto de cultura.
Es difícil aseverar que existen culturas buenas o malas para el crecimiento económico porque depende de lo que sus ciudadanos hagan con “la materia prima” de su cultura. La misma cultura en diferentes localizaciones geográficas, el catolicismo en España y Paraguay en el s.XVII y XVIII, desarrollaron instituciones con visiones totalmente opuestas al desarrollo y el crecimiento: la Inquisición y las Reducciones de los Jesuitas..
Los países pobres se siguen analizando desde la actitud etnocéntrica de los observadores de los países desarrollados, actitud a través de la que analizan a los otros según los parámetros de su propia cultura
Uno de los problemas que tiene la interpretación de la realidad de los países pobres es la actitud etnocéntrica de los observadores de los países desarrollados, actitud a través de la que analizan a los otros según los parámetros de su propia cultura, su visión tendenciosa y clasista y su incapacidad para interpretar una realidad diferente. Los rasgos culturales con los que definen a los países pobres se repiten constantemente: deshonestos, indisciplinados, indolentes. Todos ellos son el resultado de pertenecer a países con economías extractivas, con niveles bajos de pluralismo político y de desarrollo institucional, más que de unos rasgos inherentes a estas culturas. Sólo hay que observar el espíritu emprendedor, la energía, la capacidad de trabajo de muchos inmigrantes en España.
Muchos de los “rasgos“ culturales se pueden transformar con cambios en las condiciones económicas. La cultura cambia con el desarrollo económico. En la Alemania del siglo XIX no se produjo una “revolución cultural”, se dieron las condiciones para un desarrollo económico. Los cambios en actitudes necesitan el apoyo de cambios reales, cambios en las instituciones políticas y judiciales y en las políticas económicas. En cuanto se genera el desarrollo económico, los valores y las normas de comportamiento cambian potenciando a su vez el desarrollo económico, generándose un círculo virtuoso.
Crecimiento y economía informal
La contabilidad nacional no refleja la mayoría de las actividades de la economía informal y, por lo tanto, no la considera uno de los motores de crecimiento. Sin embargo, la economía informal es una parte importante de la economía de todos los países. Su importancia varía según el nivel de desarrollo del país. Normalmente a mayor nivel de desarrollo e inclusividad, menor nivel de participación de la economía informal en la actividad económica del país
La tradicional relación crecimiento- empleo ha dejado de ser directamente proporcional. Tanto en los países con una tasa baja de crecimiento como los que han seguido un crecimiento basado en la inversión intensiva en capital, no se han creado suficientes puestos de trabajo para una población creciente que ha buscado la manera de subsistir integrándose en la economía informal. El crecimiento basado en altas tecnologías potencia los trabajos de alta cualificación en los servicios y de baja cualificación en el sector manufacturero. En este contexto las personas con bajas cualificaciones o encuentran trabajos cada vez peor pagados o se incorporan total o parcialmente al trabajo en el sector informal.
No se han creado suficientes puestos de trabajo para una población creciente que ha buscado la manera de subsistir integrándose en la economía informal
Las crisis económicas potencian el desarrollo de la economía informal. Cuando las instituciones gubernamentales y las empresas privadas reducen salarios, pensiones, disminuyen servicios y actividades económicas y reducen personal, éste se desplaza a la economía informal.
La globalización es otro de los grandes animadores de la economía informal al favorecer a las grandes empresas que tienen los recursos necesarios para desplazarse de un mercado geográfico a otro externalizando y subcontratando muchas de sus actividades a empresas de la economía informal.
Existen reticencias a aceptar la economía informal como un vector del crecimiento económico y, en lugar de intentar formalizarla y lograr reducir los efectos colaterales negativos –carencia de imposición fiscal y protección laboral–, la mantenemos en una especie de limbo.
La gran paradoja final es que la economía informal aporta una serie de efectos positivos al estado al proveer de rentas a un amplio segmento de la población que en caso contrario no dispondría de recursos. Esta paradoja explica por qué los gobiernos a menudo adoptan una actitud ambigua respecto a las actividades de la economía informal. Demasiada tolerancia compromete la credibilidad del estado y la voluntad de las empresas y de los ciudadanos de seguir cumpliendo con sus obligaciones, pero un planteamiento demasiado represivo eliminaría el “cojín sanitario“ que suponen las actividades informales o las podría acabar llevando a la clandestinidad .
Artículo escrito por Lluís Torras, profesor de Política de Empresa de EADA.