Design Thinking: Innovación en los negocios
Está muy de moda en todas partes, aunque no es nuevo. El Design Thinking (DT) es una poderosa herramienta de innovación que sirve para mejorar o transformar cualquier producto, servicio o proceso. Todas las empresas deberían tener equipos de DT preparados para actuar en cualquier momento.
El DT combina habilidades analíticas y creativas. Por ello, es apto para todo el mundo. Se trata, en primer lugar, de comprender bien un problema. Por ejemplo, cómo mejorar una ducha. Es imprescindible, para entender bien el tema, observar a mucha gente duchándose en diferentes lugares y condiciones. Sólo así lograremos ver cosas que no son fáciles de ver y, en consecuencia, comprender mucho mejor la problemática que estamos tratando de resolver. ¿Suelos que patinan? ¿Dificultades de acceso para gente mayor? ¿Dirección e intensidad del chorro de agua? El DT utiliza a menudo técnicas de observación antropológica que permiten analizar en detalle cualquier situación y, así, poder captar su esencia.
A partir del aprendizaje que se obtiene a través de una observación sistemática (junto a una actitud de humildad y de diálogo) es importante empezar a generar nuevas ideas. Es el momento de la creatividad. ¿Cómo podríamos mejorar una ducha? ¿Hay algún cambio radical que podría ser implementado? ¿Por qué las duchas son así? ¿Podrían ser de una manera radicalmente distinta? Las preguntas en formato de “What if” (¿Y si…?) nos ayudan a imaginar nuevas realidades y encontrar espacios vacíos a partir de los que generar oportunidades de innovación. Hay que proponer muchas ideas atrevidas y locas y sólo luego juzgarlas y valorarlas. Hacerlo todo al mismo tiempo implica matar ideas prometedoras con demasiada antelación.
Hay que proponer muchas ideas atrevidas y locas y solo luego juzgarlas y valorarlas
Pero el aspecto más característico del DT es el prototipado de las ideas finales. Cuando empezamos a tener algún concepto interesante, es importante hacerlo, construirlo, para ver si realmente funciona. Se trata de “pensar con las manos” y hacer reales las simples ideas. Al proceder así nos damos cuenta de si efectivamente una idea funciona y de hasta qué punto podemos ir cambiando y mejorando el prototipo para que resuelva el problema que teníamos planteado al principio. ¿Una ducha con el agua perfumada? ¿Con suelo antideslizante? ¿Con música? ¿Con una pizarrita para anotar las ideas que nos pasan por la cabeza mientras nos duchamos?
Sea lo que sea, el DT no se da por satisfecho hasta que no comprueba que una idea funciona y que, además, hace un trabajo para alguien (Job to be done). El DT no consiste en poner en marcha la primera cosa que nos pasa por la cabeza sino que es un procedimiento metódico para aprender observando y generar nuevos conceptos que mejoren lo que había hasta el momento. Todas las empresas deberían tener laboratorios para pensar y equipos especializados para reimaginar productos, servicios y procesos. No es así. ¿Por qué?
El DT no consiste en poner en marcha la primera cosa que nos pasa por la cabeza sino que es un procedimiento metódico para aprender observando y generar nuevos conceptos que mejoren lo que había hasta el momento
Los neurocientíficos nos dicen que ser creativo está relacionado con no tener miedo al error y con ser capaz de pensar fuera de los esquemas habituales (Thinking out of the box). Pero muchas empresas no parecen estar demasiado dispuestas a facilitar que esto suceda en su día a día. No se innova sin probar cosas, equivocarse y volverlo a intentar. Hay que sustituir el miedo por la confianza. Todavía estamos a tiempo.
Publicado en ‘Diari de Tarragona’
14 de junio de 2015
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