Los neurocientíficos entendemos el aprendizaje como un proceso cognitivo donde almacenamos destrezas, conocimientos, conductas o valores y luego somos capaces de recuperarlos y ponerlos en juego (es un aprendizaje accionable). El carácter accionable, junto con su importancia contextual es lo que hace el aprendizaje un elemento de alto valor para personas, equipos y organizaciones. Las empresas -conscientes de este punto- están dispuestas a contratar y apoyar acciones de entrenamiento relacionadas con las competencias clave en su estrategia de desarrollo de talento.
¿Cómo aprendemos?
La respuesta a esta pregunta la encontramos en el conocido Modelo AGES. David Rock y su equipo de científicos determinaron cuatro factores clave para entender cómo ocurren y se favorecen los procesos de aprendizaje:
–Attention: Es importantísimo captar la atención del aprendiz. Un ejemplo podría ser el uso de metodologías como el storytelling.
–Generation: Es mucho más poderoso un aprendizaje donde el aprendiz co-crea y es protagonista del proceso de aprendizaje.
–Emotion: Especialmente importante a la hora de recuperar (retrieve) el aprendizaje almacenado. Además, la emoción ayuda a la “A” de attention.
–Space: Es preciso organizar el aprendizaje de manera espaciada, con descansos para conseguir que se “almacene de manera estable y recuperable”.
Aprender de verdad implica un esfuerzo y una aceptación del proceso de aprendizaje, donde el aprendiz puede sentirse vulnerable. Estar en proceso de aprender conlleva no dominar el terreno, experimentar, probar y equivocarse. ¿Estamos dispuestos a equivocarnos? ¿Aceptamos que los demás que están con nosotros, sean testigos de nuestros errores? ¿Mi organización permite que cometa errores al aprender? La manera en que enfoquemos esto, va a determinar el éxito y el costo (emocional) del proceso de aprendizaje.
Partimos de la idea de que aprender es “la madre de todas las competencias” (nos permite adquirir muchas otras competencias). Pero no siempre es un camino nuevo en un territorio virgen. A veces es un camino nuevo que contradice (sustituye) el camino que hemos hecho toda la vida. Ello conlleva una serie de dificultades (o más bien de diferencias) que debemos tener en cuenta para llevar adelante el aprendizaje con éxito. Llegamos al punto complicado: “desaprender”.
Ahora toca desaprender…
Pensemos en un ejemplo que probablemente nos resulte familiar. En la casa que vivo tengo una puerta que da a la calle (se abre con una llave redonda) y una puerta de entrada a la vivienda (la llave es hexagonal).
De manera que después de abrir la puerta miles de veces, mi cerebro construyó una rutina tremendamente efectiva y automática: al llegar al edificio busca la llave redonda. Sin embargo, hace ya más de dos años, la llave redonda no sirve al llegar de la calle, debo usar directamente la llave hexagonal. Les confieso que sigo equivocándome un 50% de las ocasiones. Mi cerebro tiene un sólido aprendizaje del que no se quiere desprender (no quiere “desaprender”). Sabemos que el aprendizaje es un cambio. Ese cambio es anatómico y se puede detectar mediante imágenes de nuestro cerebro.
¿En qué consiste el cambio anatómico en nuestro cerebro? Se trata de conexiones neuronales, que establecen rutas nuevas conforme aprendemos cosas nuevas.
Para representarlo metafóricamente podemos pensar que es un camino iluminado en un gran jardín. El camino se ilumina al recorrerse y utilizarse. El uso lo mantiene a un gran nivel de visibilidad. ¿Qué ocurre si nos indican que debemos poner en marcha un nuevo camino alternativo y que debemos desaprender el camino anterior?
El nuevo camino, al inicio, está en construcción y no es tan poderoso como el primer camino, el viejo camino que recorrimos mucho tiempo. En nuestro cerebro, la ruta de conexión neuronal que antes era funcional no se destruye. El uso continuo del nuevo camino -juntamente con el abandono del camino anterior- consolidará de manera progresiva un cambio. El viejo camino irá perdiendo luminosidad y el nuevo ganando presencia y luz.
Pero el viejo camino va a estar allí… mucho tiempo, nunca se va a destruir. Si quisiéramos recuperarlo lo encontraríamos, no se borra completamente. Este elemento de “no-borrado” y de que los dos caminos neuronales existen al mismo tiempo en nuestro cerebro constituye la clave de la dificultad del “desaprender”.
Un cambio a todos los niveles
Aquí entramos en el terreno aplicable. Si una persona, un equipo o una organización quiere dejar de hacer las cosas de una manera y empezar a hacerlas de otra distinta (desaprender y aprender un determinado proceso) es preciso consolidar un cambio que a todos los niveles va a necesitar de una consolidación. El camino nuevo va a coincidir con el camino viejo y necesita prevalecer.
Si aceptamos conscientemente y con decisión firme que queremos cambiar, vamos a tener que poner en juego la persistencia y la voluntad (aspectos de nuestra mente) por encima de la inercia y los automatismos de nuestro cerebro: mente versus cerebro.
Esperemos que estas ideas sirvan al lector para entender cómo los aprendizajes son cambios y si suponen que hay que descartar aprendizajes anteriores que pueden interferir… son cambios todavía más profundos. Tengamos esto en cuenta para planificar nuestra formación y la de nuestros colaboradores (o la de nuestros hijos).
Post escrito por Carles Brugarolas es Doctor en Psicología, licenciado en Psicología Organizacional y MSc en ‘Investigación en Personalidad y Conducta’. MBA y Master en Liderazgo y Coaching Organizacional. Director del Departamento de Estrategia, Liderazgo y Personas de EADA.