A menudo hablamos del cambio y sus connotaciones a nivel organizativo, a nivel de las personas que forman parte de ellas, del liderazgo en los equipos y del cambio que queremos que suceda en las personas más directas a nosotros.
Una de las bases que afectan a la consecución o no de los cambios es nuestro lenguaje como generador de nuestra realidad. Conocer cómo hablamos es un efecto claro de cómo pensamos y nos comportamos o actuamos. Si a ello añadimos nuestros valores aparecen las creencias que son los juicios, las evaluaciones sobre nosotros mismos, sobre nuestro entorno y hacia los demás. Sin duda, las creencias influyen sobre nuestra experiencia e interpretación de la realidad.
Propiciar cambios en los diferentes supuestos mencionados va a conllevar una labor de introspección personal reforzada por un acompañamiento desde el ámbito terapéutico o del coaching en función de las áreas a intervenir. Desde mi experiencia y labor profesional hay un aspecto que siempre puede ayudar y que consiste en entender nuestras ambiciones, si se ajustan o no a una realidad asumible o bien están fuera de nuestra accesibilidad. A veces esas ambiciones desmesuradas nos impiden gozar de una vida plena.
No somos lo que tenemos, sino que los pequeños detalles de la vida son los que nos aportan el bienestar y la felicidad. Desde este darse cuenta es cuando pueden empezar los cambios y, sobre todo, vivir el “aquí y ahora”.
Un cambio hacia una vida más plena comporta los siguientes elementos:
He aquí algunas preguntas para la reflexión: ¿Qué contradicciones veo en mis cambios?, ¿qué me sorprende cuando hago cambios?, ¿cómo consigo vivir en plenitud?
Post escrito por Carme Gil. Directora del Postgrado en Coaching Ejecutivo de EADA.
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