La creatividad es una habilidad combinatoria. Somos creativos cuando conseguimos mezclar originalidad y eficacia en cualquier ámbito. Es una de las habilidades más valoradas y demandadas del momento.
Hay dos grandes caminos hacia la creatividad: el deliberado (lógico, estructurado, racional, planificado, concentrado) y el espontáneo (emocional, intuitivo, desconcentrado, inconsciente). Ambos caminos están asociados a sendas redes neuronales. Los deliberados activan la Red de Control Ejecutivo mientras que los espontáneos lo hacen a través de la Red Neuronal por Defecto. Estas dos redes no pueden estar activadas simultáneamente. A través de diferentes técnicas de neuroimagen (Tomografía por emisión de positrones, Resonancia magnética, etc.) podemos saber qué partes del cerebro están activadas durante un episodio creativo específico.
Las personas altamente creativas utilizan de forma sincronizada ambos caminos. Saben analizar y concentrarse para, luego, divagar, alejarse del problema y encontrar soluciones en momentos inesperados.
El cerebro humano no es estático; cambia y progresa en función de las circunstancias, los aprendizajes y las motivaciones. Por tanto, individuos muy deliberados pueden mejorar sus habilidades espontáneas y al revés. La enorme neuroplasticidad (flexibilidad) de cerebro, junto a su neurogénesis (capacidad para crear nuevas neuronas y conexiones) es un factor clave para el cambio constante y el dinamismo creativo.
Hay dos prácticas muy interesantes para desarrollar el camino deliberado: las checklists (listas de tareas) y el mindfulness. Y otras dos excelentes para entrenar el camino espontáneo: las provocaciones creativas (desafío de convencionalismos) y el contacto con la naturaleza añadido al diálogo interior (baños de bosque).
El impacto de la genética en la creatividad, según los expertos, es muy limitado. La actitud, el entorno y la motivación son los auténticos elementos que acaban diferenciando a las personas altamente creativas de las que no lo son tanto. La creatividad es un camino que se construye, paso a paso, a lo largo de toda la vida.
En general, para cultivar la creatividad es bueno tener creencias positivas al respecto (“yo puedo ser creativo”), conocer los propios talentos y desarrollarlos con imaginación y motivación, olvidar la palabra “no”, evitar tener miedo al fracaso y a los errores y, finalmente, tener tendencia a la acción, es decir, a convertir ideas en prototipos o experimentos.
Post escrito por el Dr. Franc Ponti, profesor del Departamento de Estrategia, Liderazgo y Personas de EADA, basado en la ponencia que impartió en TEDxBarcelona en enero de 2020.
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