Claves del nuevo escenario del comercio mundial

La estrategia internacional de Trump, a debate

El director del área de Management y Liderazgo de EADA, Joan Miquel Piqué, analiza en este post qué impacto podría tener la reciente reformulación del tratado de Comercio del Atlántico Norte en el comercio internacional.

Da lo mismo si somos partidarios o detractores de las políticas de Donald Trump. Da igual si creemos que está consiguiendo cumplir lo que dice, o si pensamos que está realizando un frívolo ejercicio combinado de fuegos artificiales, comportamiento adolescente y bullying aplicado a las relaciones internacionales. Da igual. Lo que realmente está haciendo, y eso no se puede negar, es cambiar el escenario, las reglas, el estado de ánimo del comercio internacional y, mucho más grave, está influyendo también de manera decisiva en el comportamiento de la mayoría de países a nivel mundial. Ha provocado un efecto dominó que será muy difícil de revertir a lo largo de las próximas décadas.

El último ejemplo lo tenemos en el reciente acuerdo para la reformulación del tratado de Comercio del Atlántico Norte, antes llamado NAFTA, y a partir de ahora rebautizado como USMCA. Ya hace muchos meses que la mayoría de analistas confirmaban que Donald Trump no está en contra de los tratados internacionales, si no sólo de aquellos que no hubiera iniciado o firmado él. La multilateralidad le pone nervioso, prefiere las relaciones uno a uno, siempre desde una perspectiva de superioridad y control. Le gusta ganar, y no le importa si el perdedor queda humillado, casi lo prefiere.

Del NAFTA al USMCA

Y este nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá se presenta en prácticamente todos los medios de comunicación como un mal menor, o en términos de que “podría haber sido mucho peor”. En esencia, el USMCA no es muy distinto del viejo NAFTA, que había sobrevivido casi 25 años. El UMSCA contiene algunas medidas nuevas para restringir el comercio en el sector de automoción y favorece con algunas otras a los productos agrícolas o tecnológicos. Lo más relevante es que los meses de negociaciones han estado llenos de amenazas y desplantes, posiblemente tan sólo como signos de una agresiva negociación. Es el mismo esquema que la administración de Donald Trump está siguiendo con la Unión Europea o China.

Quizá los acuerdos sigan llegando, quizá el comercio internacional continuará aumentando como lo ha hecho a lo largo de las últimas cuatro décadas, desde que China empezó a abrirse al mundo y a la economía de mercado a finales de los años 70, y desde que cayó el Muro de Berlín en lo que algunos calificaron como el fin de la historia, o la victoria definitiva del capitalismo.

Lo que vaya sucediendo partir de ahora es aún una incógnita, pero está claro que los ánimos no serán los mismos en mucho tiempo (y si no, que se lo pregunten a Argentina y Turquía, grandes afectados por este clima y por la depreciación del dólar a causa del final de la política monetaria expansiva). Al conocerse el acuerdo en relación al nuevo tratado, el Presidente de la Cámara de Comercio canadiense, Perrin Beatty, ha dicho que “Canadá debe recordar estos momentos turbulentos de los últimos meses”. En su opinión, “no debemos permitir que se repita en el futuro esta excesiva dependencia de un aliado comercial, tenemos que continuar diversificando nuestros mercados para poder estar protegidos de este tipo de acciones injustas y caprichosas”.

Es posible que Estados Unidos piense que ha vencido de nuevo, pero seguramente estas victorias a corto plazo creen muchos más obstáculos de los que remueven, haciendo bueno aquel refrán del “pan para hoy y hambre para mañana”.

Post escrito por Joan Miquel Piqué, director del área de Management y Liderazgo de EADA.