Joan Miquel Piqué: “Eliminar la neutralidad en la red comporta riesgos”
Netflix va un poco lento, tarda en cargar el episodio que estoy viendo. Pensándolo bien, tendré que cancelar mi suscripción y darme de alta en la plataforma de contenidos que me propone mi proveedor de Internet. Esa sí que va rápido. Por cierto, que también hace un tiempo que la página de mi banco me da errores, el otro día casi me quedo sin poder consultar los últimos movimientos en mi cuenta. Al final tendré que contratar ese servicio extra que me propuso el proveedor de fibra óptica, con el cual podría acceder a máxima velocidad a cualquier sitio de Internet, durante todas las horas del día y sin restricciones…
Es sólo cuestión de tiempo que las empresas que nos dan acceso a la red intenten monetizar cualquier movimiento que hagamos desde nuestros ordenadores, teléfonos, tabletas, wearebles, o cualquiera de las cosas desde las que estamos conectados continuamente. En el paquete básico no entra el fútbol. Las bibliotecas de películas y series requieren pagar un poco más. Por un pequeño extra te dejan ver los programas las veces que quieras, desde cualquier dispositivo y lugar. Suma y sigue, ya nos estamos acostumbrando a que algunas empresas nos utilicen como un sencillo cash cow. No pasa nada. A fin de cuentas, el mercado es el mercado, la ley de la oferta y la demanda ha estado ahí desde hace mucho tiempo, y solo nos quejamos cuando tenemos que hacer más cola de la cuenta para pagar en la caja en época de rebajas.
Sin embargo, cuando oímos que algunos países limitan el acceso de sus ciudadanos a algunos servicios de Internet o redes sociales, cuando nos cuentan que algunos temas son tabú y es imposible encontrarlos en la red, y que hay que echar mano de alguna VPN para intentar burlar ese control, eso nos parece una situación inaceptable y censurable. En estos casos luchamos con todas nuestras fuerzas para velar por los derechos y la libertad de la ciudadanía.
Pero cuando la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos revoca la normativa que había aprobado el presidente Obama para garantizar que los proveedores de Internet no discriminen determinados sitios web (aka neutralidad de la red), parece que eso es tan sólo un sencillo ejercicio de desregulación. Vamos a comprobar que todos estemos en la misma página del libro: a partir del momento en que se revoque esta normativa, los proveedores de Internet podrán acelerar o ralentizar (o bloquear) cualquier contenido. Lo que les dé la gana, cuando les dé la gana.
Dependencia de los proveedores de Internet
No parece gran cosa, los proveedores de Internet ya nos tienen en sus manos desde hace bastantes años y, no nos engañemos, nuestra dependencia de sus servicios aumenta minuto a minuto. Pero eliminar la neutralidad de la red abre las puertas a toda una serie de riesgos que pueden tener un impacto difícil de calcular.
Como consumidores, si nos pueden modular la velocidad de conexión a voluntad, ya podemos esperar que nuestro proveedor de servicios de Internet nos ralentice la conexión a su competencia, o que directamente nos la bloquee. Ya podemos esperar que nos sea muy difícil (o lento) acceder a contenidos que a nuestro proveedor de Internet le parezcan poco apropiados (por ejemplo, aquellos medios de comunicación que le critiquen). Y, como empresarios, ya podemos esperar que si queremos que nuestra página web “vaya rápida” tendremos que pagar un extra a todos los proveedores de Internet principales en nuestro país, o los de todos los países en los cuales queramos operar. Y si tienes un pequeño blog en un rincón del mundo, olvídate de que nadie te vea. Pero, ¿Internet no era finalmente la democratización de la información?
No pasa nada, es el mercado. Siempre ha sido un poco así: si tienes dinero, sales adelante y todo es más facil; y si no, búscate la vida. Si pagas un poco más, no haces cola en el avión, ni en el parque de atracciones. Pero seguramente, lo que está aquí está en juego es algo mucho más importante, tanto desde punto de vista económico como social. Internet deja de ser considerado un servicio básico, un espacio en el que todos debemos poder acceder con unos mínimos básicos, en las mismas condiciones de igualdad (como la electricidad, el agua, etc.). Por establecer una analogía, es como si eliminamos todos los medios de comunicación en abierto, y sólo se pudiese acceder a información, conocimiento o entretenimiento contratando el servicio. Es como si dejáramos en manos de un reducido grupo de empresas privadas los temarios que estudian nuestros hijos en las escuelas.
Es verdad que este es el modelo que ya han elegido muchos países, pero siempre ha parecido que esta no era la vía que hemos elegido en la Europa del Estado del Bienestar. A efectos prácticos, lo que significa eliminar la neutralidad de la red en el siglo considerado como la era del conocimiento es que la circulación de información (pieza fundamental del funcionamiento económico y social en nuestra época) puede quedar en manos de unos pocos. Podemos llamar a eso como queramos, pero la definición de monopolio está bastante cerca. Incluso el mercado considera los monopolios un efecto secundario indeseable del capitalismo. Vamos a ver como acaba todo esto.
Post escrito por Joan Miquel Piqué, director de EADA Trend Lab.