¿El control es parte del liderazgo?

Carme Gil: “El control puede ser enfermizo, improductivo, estresante e insano”

Carme Gil, directora del Programa de Desarrollo del Liderazgo de EADA, alerta de los líderes con un perfil muy controlador pues, según dice, ese control puede ser disfuncional e improductivo.

Nos sentimos muy orgullosos de nosotros mismos cuando al finalizar cualquier encargo o tarea surge una voz interna que dice: “Ya está todo controlado, por fin lo tengo bajo control”. Inicialmente, lo que vendrá a nuestra mente es pensar que somos capaces de cumplir con esa petición de nuestros superiores y, si me permitís, nos dará una falsa sensación de adelgazamiento mental, tranquilidad e incluso cierto relax. La pregunta inmediata que yo haría sería: “¿Cómo me siento después de decirme a mí mismo que todo está bajo control?, ¿Qué emoción está ahí en ese momento?”

También sería recomendable reflexionar sobre el proceso hasta llegar a ese control: “¿Cómo nos hemos sentido?, ¿Es la misma emoción?” Probablemente no sea la misma. Es ahí donde conviene saber qué montaña de emociones y estados de ánimo hemos sentido hasta legar a esa cima del “todo bajo control”.

Liderar desde un perfil controlador

Socialmente está muy arraigado y bien valorado que las personas tengamos las cosas bajo control. Declarar esa frase es sinónimo de ser eficientes, responsables, y de que hacemos las cosas en el debido tiempo. Sin embargo, mi propósito en este post es desenmascarar esta idea o pensamiento irracional que en muchos casos nos condena y nos hace sufrir por no ser capaces de romper una regla muy arraigada. Y es que nos puede generar un sentimiento de pérdida de algo si no procedemos y nos movemos bajo ese control adictivo y disfuncional. En este sentido, podemos considerar que el control es una trampa mortífera que nos hace convertirnos en esclavos de nosotros mismos y que repercute en todas aquellas personas que viven y conviven con nosotros: parejas, hijos, familia, colaboradores, etc.

Pero, además, cuando ejercemos ese control más de uno/a puede juzgarnos negativamente. Puede tener estos pensamientos: “Tiene miedo a que le digan que se ha equivocado”, “las cosas se hacen desde mi perspectiva”, “no veo claro que lo puedas asumir”.

El control puede ser una trampa mortífera que nos haga convertirnos en esclavos de nosotros mismos

Gil propone analizar cómo reaccionamos ante un/a líder controlador/a y, también, observar el tipo de liderazgo que defendemos.

Pero, más allá de estos efectos, ¿cómo reaccionamos ante un/a líder controlador/a? Hay dos opciones: podemos reaccionar de manera sumisa, aceptando ese dictamen, o rebelándonos. Tanto en un caso como en el otro, vale la pena analizar nuestra actitud y plantearnos si reaccionamos así por miedo y presión o por falta de confianza y de compromiso.

La clave reside en que el control no ayuda a liderar y desarrollar personas que están juntas y próximas en nuestros proyectos. El control aparece y se venera como algo socialmente bien visto y lo peor, a mi entender, como algo que es natural. El control es disfuncional pues desde ese control se despliegan tres cuestiones de ámbito insano como son:

– La autoexigencia: tengo o debo hacerlo bien a la primera
Exigencia a los demás.
– El perfeccionismo propio y centrado en los demás.
– La falta de asunción y responsabilidad propia frente a siempre decir los demás no hacen, etc.

Os animo a preguntaros qué necesidad subyace cuando surge ese control. Os propongo cuatro opciones:

1. Quiero seguir lo que yo considero que es lo correcto.
2. Me gusta que las cosas se hagan desde mi óptica.
3. Siento seguridad de tener todo bajo control.
4. Realmente este control hace que yo confíe en mi entorno.

Todos en algún momento bebemos de la pócima del control, tan venerada y premiada, tanto a nivel social como profesional

Independientemente de que podamos añadir más opciones, lo que está claro es que todos en algún momento bebemos de esa pócima tan venerada y premiada, tanto a nivel social como profesional. En cualquier momento todos podemos caer en un control enfermizo, improductivo, insano, estresante, que nos puede condenar a sufrir, ya que al final, el control nos acaba controlando a nosotros mismos. Dejamos de ser su colega para pasar a ser su verdugo y nos convertimos en nuestros propios carceleros. Sin duda, las personas controladoras generan los anticuerpos para la confianza, el compromiso y la visión compartida con mi gente.

Liderar desde un perfil controlador es construir un falso paraíso o pensamiento de seguridad, de refugio, ya que todos sabemos que el futuro es incierto. Sólo podemos liderar con la conciencia del presente, con el aquí y ahora.

Gracias a todos si sois capaces de empezar a cambiar y abandonar el control y gracias a todos los que penséis que el control os hace fuertes porque vuestro organismo cada vez está empeorando y vuestras emociones se van debilitando.

Post escrito por Carme Gil, directora del Coaching Centre y del Programa de Desarrollo del Liderazgo de EADA.