Joan Miquel Piqué: “Con Trump peligra la economía social de mercado”
Quizá muchos analistas se precipitaron cuando decían que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca sería un desastre. De hecho, quizá lo pensaban más en términos del personaje que en términos de los mercados. Más allá de la sacudida inicial de volatilidad durante la resaca electoral, que fue medio sorpresa medio inquietud, la bolsa ha subido más del 5% en el último mes y medio, y en los últimos días, incluso el Fondo Monetario Internacional está intentando tranquilizar a la economía ponderando que las rebajas fiscales y la inversión en infraestructuras puede contrarrestar el efecto de la oleada proteccionista ya apuntada en sectores como el automóvil o las farmacéuticas. En todo caso, el FMI prevé que el crecimiento mundial puede mejorar gracias a este efecto, considerando que las nuevas medidas sobre comercio no tienen ni tan solo el apoyo unánime de los representantes republicanos, aunque advierten que, en un escenario de creciente guerra comercial, “todos los países saldrían perdiendo”. Ortodoxia económica de manual.
Quizá ese es el papel conciliador que debe hacer un organismo como el FMI, quizá sin tener en cuenta que la mayoría de la ciudadanía no es tonta. Una rápida ojeada a los que serán los “hombres del presidente” (ninguna mujer en su gabinete, por supuesto) deja poco lugar a dudas. Scott Pruitt, futuro director de la Agencia de Protección Medioambiental, ha denunciado 13 veces a este organismo y ha recibido donaciones de think tanks que niegan el cambio climático. A Wilbur Ross, el nuevo Secretario de Comercio, le llaman “el rey de la bancarrota” por su capacidad de hacer fortuna con empresas en quiebra. Mike Pompeo, el nuevo jefe de la CIA, es partidario de acceder a cualquier información privada de los ciudadanos. Y el Asesor jefe de la Casa Blanca, Stephen Bannon, ha dirigido durante años el portal de extrema derecha más popular de internet. Por poner solo algunos ejemplos.
La pregunta más relevante después de las elecciones era si Trump estaba dispuesto a cumplir todas las amenazas que había lanzado durante la campaña. Ahora, una vez comprobado que en su primera (y atípica) rueda de prensa, Trump es capaz de decirle a un periodista de la CNN que no va a contestar sus preguntas porque “su empresa es terrible y solo publica noticias falsas”, parece que se pueden confirmar algunas de las previsiones menos positivas.
Quizá se podría estar rompiendo definitivamente el acuerdo al que el mundo llegó después de la Segunda Guerra Mundial: la economía social de mercado, el capitalismo de rostro humano, el progreso sostenible… Llamémosle como queramos. El ambiente de colaboración internacional característico de los últimos 30 años, desde la caída del comunismo que ha hecho crecer la globalización parece que está llegando a su fin. Quizá las élites que gobernaron esa globalización olvidaron asegurarse que ésta beneficiase a todos. Como dice Martin Wolf, “los ganadores no prestaron atención a los perdedores”. Pero el mundo que propone Trump no será mejor, ni tan solo para sus partidarios. Las primeras encuestas de Trump como presidente electo reflejan que un 51% de la población no está de acuerdo con sus primeras medidas, aunque reconocen su “fortaleza” y su “capacidad de liderazgo”. Pero su mundo es ensimismado, egoísta, y arbitrario, quizá como el de su nuevo aliado Vladimir Putin.
No sería bueno que la economía se separase de la sociedad, porque eso ha sido lo que ha mantenido la paz y el progreso durante los últimos 70 años.